El humor duele

 Desde los principios del cine mexicano, el humor es un distintivo único del mismo. Tiene un toque para representar nuestra cultura. No obstante, sus chistes, picardía y albur, pueden rebasar el límite. Ridiculizando situaciones trágicas que en la vida real o la pantalla no deberían causar risa. Empero, en una cultura donde no hay cabida para la felicidad, es nuestra mejor arma contra cualquier atrocidad. Y el cine no es la excepción a la regla. 


Tal es el caso del cine de ficheras, donde a mí parecer se hizo más evidente. En la película Bellas de noche 2 de Miguel M. Delgado, la picardía, sube mucho su temperatura, al grado de que quema. Casi a la mitad de la película, El Vaselinas, tiene problemas para excitarse, por lo que su oficio peligra. A lo largo de la película busca distintas formas para resolverlo. Hasta que en un bar de tango, logra excitarse con los aplausos- Lo que lo lleva a agredir sexualmente a una cigarrera, a quien le dice: “¡Déjate! Es por tu bien”



Situación la cuál debe causar gracia al público y es ridiculizada. Otro ejemplo, dentro de la película anterior con el mismo nombre, es la condición de La Corcholata, interpretada por Carmelita Salinas. Quien constantemente es humillada y sobajada por ser una teporocha. En distintas escenas, la vemos gateando en el suelo rogando por alcohol o siendo echada del cabaret de forma degradante. Para provocar risa al espectador. 


¿Cuando el humor nace de la indolencia? ¿Por qué reírnos de la tragedia? Son interrogantes las cuales, aún no me quedan claras. Sin embargo, esta constante es heredada al nuevo cine mexicano. Encerrado entre risas y ofensas que son parte de la nueva narrativa cinematográfica comercial mexicana. Como lo vemos en ¿Qué culpa tiene el niño? de Gustavo Loza. Cuando tras una noche de tequilas y confusión, Maru, queda embarazada aparentemente de Renato. 


La imagen de la madre y la lucha de clases socioeconómicas , son constantemente escarnecidas. Otro patrón que hemos hecho icónico de la comedia mexicana. Ejemplos, sobran, pero la pregunta no se resuelve. El humor mexicano, no tiene llenadero cuando de la tragedia se trata. Esto puede traducirse y adaptarse a miles de filmes, no obstante, el resultado es el mismo. Un mexicano, linchando por sus diferencias a otro mexicano. 




Al mismo tiempo, cuando de llorar se trata, lo hacemos como los machos. A veces borrachos pero siempre lastimados. Pese a lo cual, las bromas nunca faltan. Incluso los icónicos Pedro Infante y Jorge Negrete, se mofaban de sus penas constantemente. En Dos tipos de cuidado, el final trágico de Rosario termina en una canción. Dando a entender que la tragedia, siempre tiene solución. 


¿Será qué la naturaleza del mexicano, sea reír cuando quiere llorar? Tal vez nunca lo sabremos, pero cuando de cine se trata, somos una gran carcajada. Somos especialistas en hacernos amigos de nuestros demonios. Como el sagrado Cantinflas quien en cualquier tropiezo caía sobre una puerta abierta. Mostrando que no importa lo duro de la pedrada, sino la resiliencia que tienes al recibirla. Recordándolo matando al perro de la casa donde trabaja como servidumbre su novia para ganarse su cena. 


Trayendo a la mesa que nos explicamos la vida en todos sus matices con humor. Probablemente porque el mundo histórico no nos permite reírnos de lo cotidiano. Aunque sí de lo normalizado aún cuando al otro le duela. En general vemos la violencia como una situación donde la risa entra como bala al corazón. Refiriéndome, a que si te golpean es porque te dejas y si derramas una lágrima, mamá te amenaza porque debes ser fuerte.




El cine mexicano siempre ha sido crudo, descabellado e incluso absurdo. Probablemente, estos sean después de “macho” lo que mejor le describe. Otro ejemplo, es la comedia No se aceptan devoluciones. Aterrizando una tragicomedia comercial, la cual retrata la pérdida de un hijo. No cuando está en su lecho de muerte, sino cuando aún está vivo. Logrando romper hasta al más frío. ´Porque no hay que olvidar que el cine, es un puente para conectar con nuestra humanidad. La risa, nos reconoce como seres irrompibles mientras que las lágrimas representan el fin de la humanidad. 


Curiosamente, ambas reflejan vulnerabilidad, pero la risa, siempre será asociada a lo positivo. Es ahí, donde podemos empezar a darle explicación al porqué del humor mexicano. Socialmente hablando, se nos considera y nos consideramos, una sociedad feliz. Donde el surrealismo de las urbes, el Folklore, misoginia,machismo y la desigualdad son el pan de cada día. Con cifras de feminicidios, desempleo, corrupción y mortalidad elevadas hasta el cielo. La risa, pareciera no tener espacio. 


Volviendo a la indolencia, siempre estamos sumergidos en ella de una u otra forma. En un país que enseña a sus hijos a reír cuando las cosas se ponen difíciles. Poniendo en jaque este ensayo que empieza culpando al humor pero no puede evitar recaer en él. Porque no se puede culpar al cine de fotografiar la realidad de sus suburbios en el cine de ficheras, ni la lucha de clases en las comedias actuales ni la muerte o violación de una mujer que necesita de justicia pero solo consigue humillación. 



Tal vez, no se debe de profundizar tan a fondo sobre el humor porque descubriremos que duele. La normalización de la violencia y otros diablos sociales siempre serán motivo de protagonismo. Buscando una voz la cual sea escuchada o simplemente, darle al pueblo un circo con el cuál olvidar. Pero el cine no permite ese olvido, por lo contrario, busca trascender. Complejizando la respuesta a este escrito. 


Ya que el humor y el cine son contradictorios uno al otro. Mientras uno inmortaliza, el otro abandona. Refiriéndome a que una película es un registro histórico, pero el humor solo para pasar el rato. Es ahí donde me pregunto el porqué del éxito de esta picardía fútil y absurda. Cuando se buscan ambas cualidades al mismo tiempo y estas en vez de colapsar, se vuelven una misma. Haciendo de la comedia, uno de los géneros cinematográficos preferidos del público mexicano. 


Pero no termina aquí, entre tanto, se podría decir que la risa cura el alma. Sin embargo, se vuelve estruendo en el momento en que la usamos para agredir. A veces no dimensionamos el poder de las palabras, hasta que nos astillan el corazón o el ego. Al final del día, el cine nos pone a prueba, o te llevas o te aguantas. O te ríes o te enojas, lloras e incluso entristeces cuando nadie quiere eso. Por dura que sea la situación se debe de hacerle frente con una cámara acosándote o en la cena familiar. 



Concluyendo que reír es mejor a llorar y peor aún, la violencia está tan normalizada dentro de la sociedad, que no nos remuerde la poca conciencia que queda. El humor, duele, no necesita reconocerse porque entonces sería darle poder a la impotencia. Si bien, el cine, no siempre busca entretener, cuando lo hace, no le molesta hacerlo a costa de la pena ajena. Aunque sin querer queriendo, logra representar aquel lado burdo de nuestra sociedad. Lastimosamente, si vemos las mismas situaciones de la pantalla, reflejadas en las calles de la ciudad, no reímos, pero damos la espalda.



La indiferencia y la risa, son aliadas en una entidad, donde no habita la empatía. Si bien el humor nos ha servido para compartir, también nos ha separado. Mirreyes v.s, Gódinez, traducido a -Fifis contra Chairos- lo hace verse más realista. Desde la butaca o la silla presidencial, la burla nos ha golpeado a todos de una u otra forma. Pero no estamos preparados para hacerle frente porque mientras no nos toque secarnos las lágrimas, ni pagar los boletos del cine, a nosotros no nos afecta. 



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