Reseña - Nightmare Alley


País: Estados Unidos

Director: Guillermo del Toro

Elenco: Bradley Cooper, Rooney Mara, Cate Blanchett, Willem Dafoe.


Sinopsis: Stanton Carlisle, un ambicioso mentalista de feria, abandona el ambiente que lo vio nacer, junto con su amada Molly, para conquistar el país a través de su habilidad para manipular a la gente con sus palabras. En Nueva York, unirá fuerzas con una psicoterapeuta que es tanto o más peligrosa que él.


"Qué peligrosa es la adquisición de conocimiento y cuán más feliz es el hombre que cree que su pueblo es el mundo, que el que aspira a ser más grandioso de lo que le permite su naturaleza" 

Así reza un pasaje de Frankenstein o el Moderno Prometeo, de la inmortal Mary Shelley, que ha sido trasladada a la gran pantalla en más de 100 ocasiones, y su argumento ha sido punto de partida de infinidad de trabajos.  Bien se podría decir que Frankenstein es algo así como el Shakespeare del horror. Ante semejante escenario, es lógico que el significado de la obra haya sufrido modificaciones a lo largo de los años. El monstruo ha pasado de ser el gigante idiota de Boris Karloff, a un adolescente, a parte del blaxploitation, a un engendro trans, y hasta parte del imaginario de Warhol. En no pocas ocasiones se le ha mirado, o a otros que parten de él, con ternura y comprensión, pues es el símbolo perfecto del temor a la otredad. Sin embargo, los dardos de su autora iban dirigidos a su creador, el doctor Víctor Frankenstein. Surgida del romanticismo, Shelley rompe con los valores de la Ilustración, donde la razón, el conocimiento y la búsqueda del mismo se ubicaban por encima de todo. Sapere aude, sí, ¿pero a qué precio?, se preguntaba la autora. Guillermo del Toro, el gran cuentista gótico moderno, ha sido siempre fiel a aquella interpretación tierna del mito, pero en Nightmare Alley, su nueva cinta, abraza por completo el espíritu de la novela original; de la frase que abre este texto. 


La película significa una ruptura de su director con varias de sus propias convenciones, particularmente narrativas. Verdadero conocedor del cuento de hadas, ése que nace en las calles europeas contándose entre los más desfavorecidos (
folktales), Guillermo del Toro coincidía con Shelley en que el verdadero monstruo es el ser humano, pero nos acostumbró a que no fuera su protagonista. En Nightmare Alley, el mexicano prescinde de la metáfora del monstruo literal, y concentra todas esas características en el personaje de Bradley Cooper, evitando que sintamos cualquier atisbo de empatía por él. Además, Stanton Carlisle posee todas las cualidades del “héroe” byroniano; un ególatra que adquiría un conocimiento y a través de él llegaba a la gloria y la posteridad, sin importar a quién arrastrara consigo. Al igual que Shelley, del Toro desmitifica este arquetipo al interior de su filme, ayudado por una muy buena actuación de Cooper. 

Basada en la novela de William Lindsey Gesham, y llevada con éxito al cine en 1947 por Edmund Goulding en una cinta baluarte del cine noir, esta versión de El Callejón de las Almas Perdidas adquiere una identidad propia mediante el filtro de fantasía que el cineasta le pasa a una historia de corte realista. Y lo logra con algo que, eso sí, no ha cambiado para nada; su estilo estético. Dan Laustsen hace lo de siempre cuando trabaja con del Toro: fuerte contraste entre luces y sombras, tonos azulados, verdosos, y ambarinos, y planos picados, con leve zoom o movimiento, para que se sienta la sangre cuando sale. Lo hace igual de bien que siempre. Otra vez también, Brandt Gordon en la dirección de arte hace algo soberbio, quien ahora se combina con la diseñadora Tamara Deverell, para que los sets sean quienes nos digan que la Nueva York de la película, la ciudad de la avaricia, está tan o más embrujada que la feria de la primera mitad. Por supuesto, ya incluyendo el vestuario, de aquí salieron tres de las cuatro nominaciones al Óscar de la película. 


Cooper está muy bien arropado por tres de las mejores actrices en activo: Rooney Mara, Cate Blanchett, y Toni Collette ensamblan un potente cast femenino que, de alguna manera, terminan por definir la vida de Carlisle y, por ende, la actuación del estadounidense. Algunos recurrentes en la filmografía del mexicano, como Ron Perlman y Richard Jenkins, se suman con nuevos rostros como Willem Dafoe y David Strathairn para completar un efectivo elenco, no de ensueño, sino de pesadilla.

La tentación de referirse a Nightmare Alley como la mejor película de del Toro es grande. Sin embargo, se hace difícil cuando la primera parte, amén de un sencillo pero eficaz worldbuilding, se siente desaprovechada en cuanto al desarrollo de los personajes secundarios, particularmente del de Molly. Poco más de una hora pasamos al interior de la feria y lo que establece sobre sus personajes lo hace en 20 minutos. Ése mismo tiempo pudo haberse empleado también para, por ejemplo, pasar el famoso test de Bechdel. No por una cuestión de justicia social, pues hoy sabemos que hay muchos más recursos para analizar el trato a las mujeres en pantalla (aquí mismo se exhiben los machismos de Carlisle), sino por mera percepción de la realidad y de nuestro entorno en pleno 2022. Aún más puesto que Del Toro lo ha pasado con la mano en la cintura muchas veces antes.


Cuando un autor se pone a prueba así mismo de esta manera, solo queda quitarse el sombrero. Si todo lo dicho aún no les convence que estamos ante una nueva faceta de Guillermo del Toro, basta con contemplar la extraordinaria escena final. En sus películas, el mexicano nos envuelve en tinieblas, en abyecta oscuridad, para que justo en el último segundo se nos permita gozar como nunca antes. Ya sea con la salvación de su propia alma del fantasma enamorado en 
Crimson Peak (2015), la algarabía en la bienvenida de la princesa a su castillo en El Laberinto del Fauno (2006), o el beso entre versos en The Shape of Water (2017); Guillermo redime a sus personajes, y a nosotres, a través de la belleza. No en El Callejón de las Almas Perdidas; ahí solo hay miseria y desolación. 

Calificación


Disponible en cines



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