Reseña - House of Gucci


País: Estados Unidos

Director: Ridley Scott

Elenco: Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jared Leto

Sinopsis: Encontramos la verdadera historia de cómo Patrizia Reggiani conspiró el asesinato de su marido, Maurizio Gucci, el heredero del imperio de la moda construido por su abuelo, el gran diseñador Gucio Gucci. Todo en medio de otras intrigas familiares.


“People should know when they’re conquered” dice el personaje de Quintus en Gladiator (2000), una buena película de un director que volvía a encontrar el éxito casi 10 años después de Thelma & Louise. Quintus se preguntaba si él sabría reconocer su derrota cuando esta llegara, fuera cual fuera. Y la cosa es que el tiempo nos termina por conquistar a todes, algunes sabemos reconocer cuando es así, otres no. House of Gucci evidencia que Ridley Scott pertenece al último grupo. 

La dramatización del asesinato de Maurizio Gucci, por el que fuera sentenciada su esposa, es sin duda interesante, pero por sí misma no es suficiente para abarcar más de dos horas y media de película; son necesarios otros factores como la forma en que se desarrolla la trama y el de los temas que de ella se desprenden. Y ese es justo el problema, de entre la avalancha de ellos, central de House of Gucci. La trama no lleva a absolutamente ningún lugar; se dedica a recapitular sucesos en el fallido matrimonio entre el heredero del imperio y Patrizia Reggiani, aderezándolos con conflictos familiares, pero sin concluir nada. Lo anterior imposibilita que la cinta funcione como una farsa, que es evidente que es lo que intenta, pues estas solo funcionan si la caricaturización de los personajes y las situaciones refuerzan la crítica social que se desprende de la historia. Por ejemplo, Monty Python And The Holy Grial (1975) utiliza como base una leyenda artúrica, pilar de la identidad británica, para que, a través de sus hilarantes personajes, se cuestione las convenciones sociales de la Inglaterra de los 60´s, no de la Edad Media. Aquí no hay tal base, y en todo caso, si tenemos que extraer la supuesta crítica del guion de Becky Johnston y Roberto Bentivegna, lo que obtenemos es todo lo contrario a una farsa de auténtico espíritu subversivo.


Los personajes son caricaturas, sí, pero vacíos en el mejor de los casos, y reaccionarios en el peor. El Paolo Gucci de Jared Leto (quien a cada actuación se vuelve una caricatura, pero de sí mismo) es un estereotipo del hombre homosexual que no se sostenía ni en los ochentas, cuando una infinidad de artistas abiertamente gays encontraron el éxito. Por su parte, Lady Gaga elige un papel que, en lugar de confirmarla como talentosa actriz, termina por ir en contra de muchas de las cosas que ha dignificado en su brillante carrera musical; la Patrizia de House of Gucci es un personaje bastante misógino en fondo, y en especial en forma, véanse los planos con los que Scott la muestra a lo largo del metraje. Ya mejor ni mencionar el despropósito para las ilustres carreras de Al Pacino, Jeremy Irons, y Adam Driver en su primer tropezón serio. 


A nivel dirección tampoco se puede rescatar gran cosa, pues todas y cada una de las decisiones técnicas que emanan del director son, a lo mucho, inconsecuentes. El soundtrack no cumple ningún propósito más allá de poner música ochentera. La fotografía es si acaso cumplidora, mientras que la edición no funciona en lo absoluto, con sus cortes secos que pretenden ser graciosos cuando en realidad desorientan a la audiencia. Los diálogos son atroces. 

Las renegridas ideas que se desprenden de esta película parecen obedecer no solo a que los hechos estén situados en 1985, sino a que el estilo mismo de su director parece estar anclado a aquella década, pues no es de a gratis que, de los 28 filmes que ha hecho hasta el momento, las dos con un legado auténticamente perdurable sean Alien Blade Runner. Scott hace exactamente lo mismo que en esas dos cintas, que en las mencionadas Thelma & Louise Gladiator, que en The Martian, y hasta que en sus peores deslices como Hannibal Exodus: Gods and Kings. No hay un intento de revisionismo de su obra y su estilo como en otros de sus contemporáneos. No hay un intento de virar hacia otras formas, ni de expandir los límites de las que ya domina. 


Sí, es verdad, a sus 84 años, Ridley Scott ya no le tiene que probar nada a nadie. Pero si algo nos revelan sus recientes declaraciones, protagónicas y en un dejo de superioridad, sobre los millenials, la familia Gucci, Marvel, y los acentos en las películas, es que es el propio Scott quien todavía cree que tiene que probar algo. Entonces, lo que debemos preguntarnos es qué es lo que quiere probar; qué nos comunican sus imágenes; qué hay detrás de una película fallida en su intento satírico; si The Last Duel es en verdad buena como dicen algunes, qué queda de una filmografía larguísima en las que solo se puede alcanzar un consenso alrededor de 5 de sus componentes. Que cada quien saque sus conclusiones, la mía fue, al salir de la sala, que mi vieja mula no es la que era. Si es que alguna vez lo fue. 

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Disponible en cines



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