RESEÑA: NOCHE DE FUEGO



País: México

Director: Tatiana Huezo

Elenco: Ana Cristina Ordóñez, Blanca Itzel Pérez, Camila Gaal, Marya Membreño, Giselle Barrera Sánchez, Alejandra Camacho, Mayra Batalla

Sinopsis: Una niña desaparece sin dejar rastro en un pueblo de la montaña. Tres amigas crecen juntas, habitan las casas de los que han huido y juegan a ser mujeres cuando nadie las ve, pero los ecos oscuros de la violencia que acecha se convierten en una amenaza ineludible.

La realidad mexicana es más compleja que narcos versus policías, o ciudadanos versus ambos. Es un cúmulo de circunstancias e ideas que nos afectan a todes. A unes, les mejora la vida. A otres se las hace de cuadritos. Y, aunque nuestro amplio catálogo de documentales nos muestra pedazos de las vivencias mexicanas, siempre hay un algo que se escapa de la lente. Con la ficción, a veces, ese algo puede ser explorado. Haciendo uso de la fantasía o de la ficción realista podemos indagar en las realidades mexicanas. Con la fantasía, como lo hizo Issa López con su filme Vuelven (2017) o con una realidad ficticia como en Amores Perros (2000, dir. Alejandro González Iñárritu) o Amarte Duele (2002, dir. Fernando Sariñana), podemos retratar eso que queremos.

            En la cinta Noche de Fuego, Tatiana Huezo nos presenta un pueblo donde el narcotráfico y la amapola gobiernan. Rayar, como coloquialmente se le llama al acto de crear incisiones en el bulbo de la flor para extraer la goma oscura que luego se convertirá en narcotizantes como la heroína o la codeína, es el único trabajo disponible. En este caldo de cultivo para las desgracias viven Ana, María y Paula.

            Una de las cosas que me atrajo de este filme fue la propuesta de contar la historia a través de la infancia. Después de Vuelven me he quedado con ganas de volver a ver la realidad a través de los ojos de infantes. Mayormente, este tipo de historias tan duras se desarrollan alrededor de adultes o adolescentes, pero pienso que el verdadero punto fuerte son les niñes. Son elles quienes crecen en estos ambientes peligrosos y que definitivamente infieren en su personalidad, en su manera de ver el mundo y de desarrollarse en él. Son elles quienes tomarán la batuta y crearán el cambio o seguirán los pasos de quienes les abusaron y lastimaron. No obstante, más allá de escenas sobre sororidad y abusos, de la infancia de las protagonistas no vemos mucho. Y es éste el problema principal de Noche de Fuego: nos presentan tantas complicaciones y tantas circunstancias, pero de todo vemos apenas nada.  



            Al comienzo de la película sabemos sobre una mina donde muchas personas del pueblo trabajan. Margarito, el hermano mayor de María una de las tres protagonistas, siendo uno de los tantos niños menores de edad que ahí son explotados, no sabemos cómo llegó ahí. Luego, cuando Margarito es mayor y se une a las líneas del narcotráfico, no nos cuentan porqué ni cómo dejó la mina. Si su familia está contenta con su decisión o si sus padres no velan por él. La mina, en toda la película, jamás se toca. Nadie se queja de la explotación y, después, cuando parece que desapareció, nadie habla de la pérdida del único trabajo legal de la zona. El mismo trato se le da a Juana, quien Tatiana Huezo nos dice que es amiga cercana de las protagonistas. La niña que desaparece y le cambia la visión de la vida a las protagonistas, no aparece nunca a cuadro. No sabemos cómo se ve Juana, qué le gustaba o si era buena alumna. Juana no es más que una cifra más. Lo cual, pienso, frustra el objetivo de que la audiencia sea empática con la situación nacional. De la misma manera, muchos otros temas son presentados en la trama, pero no se desarrollan lo suficiente como para que sean puntos importantes para ella. Y, entonces, Noche de Fuego resulta ser un montón de anécdotas hiladas que se nos cuentan porque le suceden a Ana.

            Aunque claro que hay partes que puedo salvar de Noche de Fuego. El cómo se retrata la relación de Ana con sus padres es una de esas partes. La madre de Ana, al igual que muchas madres mexicanas es, en gran medida, abusiva. Quiere a Ana, pero casi por obligación. Porque es su hija, porque es su sangre y fruto de su vientre, pero no sabe quererla de un modo saludable para ambas. Esto lo vemos una y otra vez en la película y es incómodo, pero es una conversación que debe tenerse. Este abuso normalizado y aceptado por la sociedad es tan mortífero como cualquier otro. Por otro lado, la relación tormentosa de Rita, la madre de Ana, con su expareja está cuidadosamente escrita. El padre de Ana es un fantasma en la vida de ambas. Uno que atormenta a Rita, pero fascina a Ana.

            La fotografía, aunque sencilla cumple su objetivo. Nos muestra lo que tenemos que ver: la belleza olvidada del pueblo, las sonrisas de oreja a oreja de Ana y sus amigas, las camionetas todo terreno de narcotraficantes y militares, la luz del sol pegándole a las amapolas en flor. Noche de Fuego se ve como una fotografía radiante que tomamos en las últimas vacaciones familiares.



            No me parece una mala película. Sin embargo, para mí, una mexicana que vive en México es redundante. Todo lo que pasa en la película les mexicanes lo vivimos en mayor o menor medida, así que no necesitamos que nos lo cuenten si no es para llegar a un punto importante. Para alguien que no conoce la realidad mexicana podría ser un buen acercamiento o como herramienta de shock. Y digo shock porque muchas escenas podrán estremecer a quienes no lo viven y no lo imaginan. Para les gringues, por ejemplo. ¿Que si es merecedora de un Oscar? En mi opinión, no.

 

 Calificación:



Disponible en Netflix



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