Análisis - Joker: La Tempestad de la Sombra Social


--ADVERTENCIA: SPOILERS A CONTINUACIÓN--

Desde su introducción en Batman #1 (1940), el villano que da nombre a la más reciente producción de Todd Phillips ha pasado por una variedad de cambios que han logrado enriquecer su concepto, convirtiéndose en uno de los villanos más famosos en la historia de los cómics y el cine, donde se ha visto interpretado por una variedad de talentosos actores, cada uno diferenciando su enfoque y resaltando por su cuenta. En el siguiente análisis se buscará profundizar en la razón psicológica de su más reciente y reveladora encarnación: el Arthur Fleck de Joaquin Phoenix en Joker.

Desde el inicio de la cinta se nos muestra la desoladora condición de Arthur: abatido por la vida, es rechazado por el mundo que habita y a partir del momento en que lo conocemos la espiral sólo va en picada, revelando gradualmente su naturaleza oculta. La psicología analítica de Carl Jung puede observarse en el personaje de Arthur Fleck; el arquetipo de la sombra o, dicho de otra forma, el lado oscuro del ser y el hábitat de lo primitivo dentro de la psique.

Para Jung, la sombra entre más se reprime más peligrosa y destructiva se vuelve, y aquí la película no busca escatimar. La ruptura emocional de Arthur se va dando gradualmente desde la primera escena y los constantes eventos que el personaje va procesando nos demuestran la realidad que se veía oculta en la fachada de su carácter. Cabe destacar aquí la secuencia detonante: después de ser despedido de su trabajo, Arthur -con maquillaje de payaso aún puesto- es afrontado y apaleado por tres sujetos en el metro. Él les dispara y los mata.





Observando de cerca la construcción visual en la narrativa, no tenemos a un personaje que titubee y dude en apretar el gatillo, de hecho, cuando por primera vez lo hace ni siquiera lo vemos pues la cámara nos muestra a quien recibe la bala y no a quien la dispara. Arthur fríamente mata a los tres sujetos y huye de la estación, corre y se esconde en un baño para entonces bailar. No hay remordimiento, sólo celebración.

Ahora, la sombra puede domarse de acuerdo a Jung, quien en su postulado indica que debemos ser lo suficientemente autoconscientes para reconocer nuestros propios pensamientos e impulsos negativos para mantener un equilibrio psicológico. Al volverlos parte activa de nuestra propia existencia, podemos vivir en plenitud, pero lo que hace Arthur, consecuencia de quebrarse y redescubrirse, es precisamente perder ese balance entre los espectros de su psique, y se ve ensombrecido por la versión más oscura de su persona, sólo que él deja de percibirse así.

¿Es alguien diferente a quién era? No, pero su sombra ha salido a flote. Sus impulsos negativos se levantan y empiezan a tomar un papel activo en su persona. Arthur reconocía cierta conciencia en su pensar; sabía que sus pensamientos eran sólo negativos pero llegada la ruptura deja de aceptarlos como tal y los encuentra ideales. También se encontraba reprimiendo memorias de un fracturado pasado que ahora redescubre. Se termina por ver a sí mismo como el héroe y la víctima de la historia, escapando hacia una victimización donde a través de la autoindulgencia justifica sus acciones. Esto queda establecido cuando aparece en el programa de Murray Franklin.



En esta secuencia es donde vemos tal vez la versión más abierta de Arthur, quien abandona la ambigüedad y explica parcialmente sus motivos. Iniciando por declararse apolítico, intenta justificar la muerte de sus atacantes y pasa a atacar el sistema social en el que se encuentra. Habla sobre la pérdida de la empatía, el alza de la indiferencia y la opresión de los menos afortunados. Su personaje se consolida como el agente de cambio anárquico en el que se había estado transformando mientras que Murray lo contrarresta junto a los abucheos de la audiencia. Es un duelo verbal entre la fuerza de cambio y el sistema establecido que se ve terminado cuando Arthur mata a Murray. ¿Pero qué cambio significa Arthur?

Pese a no buscar ser él la incitación de un movimiento político, ciertamente termina siéndolo. Después del incidente con los tres hombres, su maquillaje de payaso dio paso a un festín de revueltas contra las altas esferas sociales. Necesario rescatar aquí que los tres eran empleados de Thomas Wayne, autoproclamado como la única esperanza de la ciudad, pese a llamar a las clases bajas “payasos” (esto porque en sus palabras eran celosos que no pudieron hacer algo de sus vidas, a diferencia suya) y mostrar un claro distanciamiento de todo aquello lejano a su burbuja.

Para cuando Arthur mata a Murray la ciudad ya es un festín de revueltas. Con la literalmente ciudad en llamas, Wayne y su esposa son asesinados por un anarquista con máscara de payaso. La liberación del verdadero Arthur dio paso al caos de la merced de la sombra colectiva de la sociedad en protesta. Retomando a Jung, la sombra muestra los impulsos primitivos que más se han ocultado, pero estos no necesariamente son la fuente de todo mal, también lo pueden ser del bien. Aplicándolo al caso en turno, los ciudadanos en protesta son la sombra de la élite y su omisión es lo que los ha desatado. La tempestad que Arthur conlleva como símbolo de los oprimidos es inherentemente el devenir de la conciencia sociopolítica de la civilización representada en pantalla.



¿Cuál es el papel del bien y el mal aquí? Podríamos decir que la causa es buena, llevar atención a las clases bajas y ayudarlas, en lugar de pasarlas de largo y cerrar fuentes de auxilio como los centros de apoyo del gobierno, pero también sabemos que no es ideal incendiar las calles y matar con desdén. Nosotros como audiencia ya vamos con preceptos determinados sobre lo que está bien y lo que está mal, y aunque el propio Arthur cuestione el fundamento moral de eso, no se trata de modificar nuestra visión para aceptar la suya y ser como él, sino de traer a la mesa en el mundo real todo el esquema completo de nuestra sombra individual y social.

Empapada por la polémica desde antes de su estreno, Joker se admite con cautela como una cinta autoconsciente. Su interpretación del sistema social actual es la de uno antiguo que denigra y rechaza las deficiencias de una civilización inundada por el caos, retratando un estancamiento y retroceso moral. La cinta a través de la condena de las acciones representadas nos advierte de ellas y es un espejo metafórico de nuestra sociedad. Todo lo que nos enseña no es para cortejarnos, sino para cuestionarnos. No debemos pretender entender a Arthur como un líder mesiánico de la revuelta anarquista, sino como un ente espejismo de los peores males que nos aquejan. Él es la sombra cuya existencia debemos reconocer y domar antes de que nos someta, porque si no, entonces estamos perdidos.

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